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Jordi González Boada

 

Escritos

¡Nekzisto YA está a la venta!

Una novela de ciencia ficción sobre el amor y la razón, el poder y el deber, sobre la vida y sobre la muerte. En ella se recrean mundos personales e íntimos en los que el amor, la amistad y la violencia hacen su aparición en distintos grados y formas, presentando una visión de la sociedad desde la perspectiva personal de una narración en primera persona y desde la libertad de un marco temporal aún por acontecer.

Eso, o una Space Opera...

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Aleatoriedad

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Relatos

Mi abuela Henrietta

Hola. Tú eres nueva aquí, ¿verdad?

Sí. Vamos a jugar.

Sabías... A mi madre le gusta mucho hablarme de una abuela mía. Me habla de ella desde que me acuerdo. Dice que es importante que la recuerde porque aunque no fue una persona famosa sí que hizo grandes cosas.

Bueno, en mi familia siempre ha sido famosa, y muy importante.

Yo no la he conocido, me ha dicho mi madre que murió muchísimo antes de que yo naciera. Es mi cuarta abuela Henrietta.

Me habla tanto de ella que casi creo que algún día entrará por la puerta de casa... ¡Igual un día lo hace! Seguro que se han visto cosas mucho más raras.

Si te ríes no sigo contándote nada.

Yo no me aclaro muy bien, creo que dice que es la madre de la abuela de mi abuela. Eso creo que dice mi madre. ¡Qué lío! ¿No?

Mira si hace tiempo que murió que mi madre tampoco la ha conocido, murió mucho antes de que naciera mi madre, incluso mucho antes de que naciera mi abuela. Según me ha dicho, es que además mi abuela Henrietta murió joven.

Como verás te hablo de hace muchos, muchos años. A veces hasta me pierdo, pero poco a poco me voy quedando con todo lo que me cuenta mi madre. Y es que me gustan las historias que me cuenta. Si un día se le olvida hablarme de la abuela yo se lo recuerdo cuando me va a arropar y ella me cuenta alguna cosa. La pena es que entonces son cosas muy cortitas.

La abuela Henrietta era astrónoma, pero dice mi madre que en aquellos tiempos no la llamaban así, la llamaban computadora o asistente.

¿Asistente de quién?... Pues no lo sé. ¡Vaya pregunta! De su jefe, digo yo.

Igual que a mí me habla de ella mi madre, a mi madre le hablaba de la abuela Henrietta su madre, y a ella la suya, y así hasta llegar a la hija de la abuela Henrietta... Supongo... Claro, ella sí la conoció.

Mi madre dice que mi abuela Henrietta fue una mujer muy lista que hizo grandes cosas, pero cuando pregunto en la escuela nadie conoce su nombre... Y eso que no nació muy lejos de Cambridge, en Lancaster nació. A veces pienso que mi madre se lo inventa... Pero no puede ser, en casa hay unas cuantas fotos suyas.

Si quieres otro día te las enseño... Están guardadas en una caja en lo alto del armario del cuarto de mi madre, y yo no llego... O cuando vuelva mi madre le decimos que nos las enseñe.

En la caja también hay un librito viejo que mi madre nunca me deja coger. Dice que es el diario de la abuela, que cuando sea más mayor me lo dejará leer, y que cuando sean todavía más mayor será mío. No sé si lo leeré, para entonces seguro que todo lo que pone en el diario de la abuela ya me lo habrá contado mi madre y me lo sabré de memoria.

Mi abuela Henrietta nació hace muchísimos años, en el siglo diecinueve. Fue un 4 de julio. Ves, eso sí que lo recuerdo.

Sí, ya sé que es fácil acordarse del 4 de julio.

¡Qué suerte nacer un 4 de julio!... Qué suerte que tu cumpleaños sea fiesta, y que la gente tire cohetes, y que hagan desfiles y todas esas cosas. Es como si todo el mundo celebrase tu cumpleaños. ¿Te lo imaginas? ¡Menuda fiesta!

El día de mi cumpleaños no hay nada de eso. Es el 3 de marzo, que tampoco está mal. No te creas. Mi madre siempre me hace una gran tarta, aunque ese día haya ido a trabajar... Bueno, la hace el día de antes; sino no le daría tiempo.

Estás invitada a la próxima fiesta. Apúntalo, no se te vaya a olvidar.

No. Yo no llevo ningún papel encima... Y tampoco llevo lápiz. Lo tendrás que apuntar más tarde.

Dice mi madre que la abuela Henrietta era una mujer callada, que prefería pensar. Creo que en eso me parezco a ella, aunque si me da por hablar... Pero también dice que era muy trabajadora y que sin esfuerzo no se llega a ningún lugar, sobre todo si eres mujer. El caso es que yo me esfuerzo. No sé por qué lo dice.

Pues eso, que mi abuela Henrietta estudió mucho, y suerte que se dio prisa porque al poco de terminar de estudiar se quedó sorda, pero no del todo. Y no te vayas a creer que ya era muy vieja, tenía veinticuatro años. Fue por una enfermedad. Se ve que no era muy fuerte.

En aquella época la mayoría de la gente no estudiaba, ni siquiera era obligatorio ir a la escuela. Y dice mi madre que las que menos iban eran las niñas, y que para cambiar las cosas todas las niñas tienen que estudiar.

Yo por eso estudio mucho. ¿Y tú, estudias mucho?

También me ha dicho que mi abuela Henrietta era muy alegre. Y que siempre veía lo bueno de la gente y de las cosas. Como mi abuela,... mi abuela abuela, la madre de mi madre... Mi madre no tanto, siempre me está regañando: haz esto, haz lo otro... Pero aun así yo la quiero mucho. Claro, es mi madre.

Bueno, pues cuando se le quitó la enfermedad y se puso buena, aunque seguía sorda, la abuela Henrietta se fue a trabajar al Observatorio del Harvard College con otras mujeres. Ahí, al otro lado de la calle.

Vamos a meternos en los jardines. Corre, corre. ¡A ver quién llega antes a la fuente!

Sí, ya sigo contando... Espera que me falta aire.

Contrataban mujeres, dice mi madre, porque cobraban mucho menos que los hombres. Con lo que costaba un hombre tenían para contratar varias mujeres. Pero mi abuela Henrietta... ¿Te lo puedes creer?... Al principio no cobraba nada. Así podrían haber tenido trabajando a todas las mujeres de Boston y de todos los alrededores.

Ella y las otras mujeres se dedicaban a hacer cuentas, muchas cuentas, y también a mirar fotos. Pero no fotos de gente, sino fotos con muchas estrellas, y dice mi madre que las fotos eran de cristal. Qué raro, ¿no?... Fotos de cristal.

Pues sí, hacían eso todos los días: cuentas y fotos... ¿Te lo imaginas?

Estuvo un tiempo trabajando allí pero, claro, como no cobraba nada lo dejó y se fue de viaje. Pero después su jefe le escribió para decirle que le pagaría y volvió.

Es que mi abuela trabajaba muy bien.

No te rías más. Sí, trabajaba muy bien, incluso le prometió pagarle más que a las otras... 30 céntimos por cada hora. ¿Te imaginas cuánto tendría que trabajar para comprar alguna cosa?

Sí. Supongo que entonces las cosas costarían menos, pero parece muy poco.

En aquel edificio de allí la abuela Henrietta miró miles y miles de estrellas. Pero no con un telescopio, entonces no dejaban usar los telescopios a las mujeres, sino en fotos. Las fotos esas de cristal.

¡Qué cosa más rara eso de no dejarles los telescopios!

No, no me lo invento. Entonces era así... Aunque no te lo creas.

No entiendo muchas de las cosas que me cuenta mi madre de cuando vivía mi abuela Henrietta. Parecen muy raras. El caso es que ella me dice que muchas cosas no han cambiado tanto, y que ya me daré cuenta cuando vaya creciendo.

Mi abuela no decidía lo que tenía que hacer, ella hacía lo que le mandaban... Pues, aunque no te lo creas, trabajando en aquel lugar, en lo que le mandaba su jefe, hizo un gran descubrimiento. Un descubrimiento que ni su jefe se imaginaba. Y dice mi madre que con ese descubrimiento mi abuela nos colocó en nuestro lugar del Universo. No sé lo que quiere decir con eso pero yo le digo que sí y le sonrío y ella se pone contenta.

Nuestro lugar en el Universo es la Tierra. ¡A que sí!

No te creas que ese descubrimiento era algo fácil. Claro, si hubiese sido fácil seguro que ya lo hubiese descubierto otro antes. Resulta que en unas nubes que hay en el cielo, en la otra parte del mundo, mi abuela descubrió que hay unas estrellas a las que les cambia el brillo con los días, una y otra vez, una y otra vez, siempre igual,... y que cuanto más tardan en cambiar de brillo más luminosas son las estrellas, o algo así.

Porque, aunque tú ves todas las estrellas ahí arriba, no están todas a la misma distancia. Unas están muy cerca y son muy chiquitas y otras están muy lejos y son enormes. También hay galaxias, y planetas, y nebulosas, y un montón de otras cosas.

Algún día entenderé todo eso tan bien como mi abuela.

Pues eso que descubrió mi abuela parece que es así en cualquier parte del mundo... No, del Universo... En cualquier parte del Universo. Mi madre me lo ha explicado muchas veces pero se me olvida.

Si quieres, luego vamos a preguntarle y te lo cuenta ella mejor.

Eso lo descubrió al principio del siglo pasado. Hace ya más de cien años. Y lo publicaron en la revista de la universidad, pero no iba firmado por mi abuela, sino por su jefe... No me acuerdo como se llama, y eso que mi madre me lo ha dicho varias veces.

¿Que cómo se sabe que ese trabajo es de mi abuela? Porque su jefe puso en una nota que lo había hecho ella. Igual es que no le gustaba el trabajo, solo tenía tres páginas. ¡Qué cortito! ¿No?

El caso es que con el descubrimiento de mi abuela se pudo saber lo grande que es el Universo. ¡Todo el Universo!... Pero eso no se consiguió de un día para otro. Al principio empezaron midiendo la distancia de estrellas que estaban muy lejos. Después el tamaño de nuestra galaxia. Y, al final, calcularon el tamaño del Universo. No lo pudieron hacer todo de una sola vez porque cuando mi abuela hizo su descubrimiento los astrónomos ni siquiera sabían que existían más galaxias, y no lo supieron hasta después de que ella murió.

No. No sé cómo se mide con esas estrellas. Solo sé que es así. Que te lo diga mi madre cuando venga... Seguro que le gustará mucho contarlo.

Y no pienses que mi abuela solo descubrió eso, descubrió muchísimas más cosas. Novas —que no son lo mismo que las supernovas, pero no me preguntes que son—, miles de estrellas de esas que cambian de brillo,... las llaman variantes o variables, no lo recuerdo bien. Y también descubrió otras muchas cosas más.

¡Mapas del cielo!... También hizo muchos mapas del cielo.

Sí, vamos a dar la vuelta al edificio. Vayamos al sol.

Esas estrellas que cambian de brillo deben ser algo realmente bonito de ver porque hasta hay una asociación de gente a las que les gusta mirarlas. Mi abuela Henrietta era miembro.

Algún día yo también quiero serlo.

Claro. Tú también podrías serlo.

No. No sé dónde está esa asociación, pero cuando seas mayor podrás ir a donde quieras.

Dice mi madre que el descubrimiento ese de mi abuela aún se sigue usando. Dice que está segura de que se seguirá usando siempre.

Ya ves tú si parece importante el descubrimiento de mi abuela Henrietta,... pues por su descubrimiento no le dieron nada. Ni dinero ni ningún premio, ni siquiera un regalo. Según me cuenta mi madre, antes le pasaba eso a las mujeres. No se valoraba su trabajo porque, dice, que entonces el mundo estaba dominado por los hombres.

No lo entiendo bien, no sé cómo se hace eso de dominar. Pero créetelo, me lo ha dicho mi madre, y ella sabe un montón. Y también dice que a veces no han cambiado tanto las cosas.

Ya te he dicho que no le dieron ningún premio por ese descubrimiento, ¿verdad? Bueno, pues es que en realidad nunca le dieron un premio, ni por ese descubrimiento ni por ningún otro; pero me ha dicho mi madre que se merecía el premio Nobel, ese tan famoso.

Sí, ese... El del cantante. Aunque yo no sé qué tiene que ver mi abuela con la música o los libros. Bueno, pues parece que estuvieron a punto de dárselo... Pero ya se había muerto... ¿Te lo imaginas? ¡Qué chasco!

Suerte que la abuela Henrietta no se enteró.

Trabajó en este edificio durante muchos años, no como ahora que la gente trabaja un rato aquí y otro rato allá. Y con los años llegó a dirigir el departamento de fotonosequé, pero dice mi madre que eso en realidad era algo de menor importancia, que debería haber seguido su investigación. Se ve que no estaba terminada... Pero su jefe... Ya sabes, ella hacía lo que le mandaban, y su jefe le dijo que dejase eso y se pusiese a hacer otra cosa.

¿Te imaginas todas las cosas que podía haber descubierto si le hubiesen dejado terminar su investigación?

Ven, asómate por la ventana. Vamos a ver qué hay dentro.

¡Uy!, me acabo de acordar de una cosa muy curiosa. Ven, acércate. Te lo voy a contar al oído, pero no vayas a pensar que mi abuela era rara por lo que te voy a decir. Y no se lo cuentes a nadie, ¿vale?

Acércate más.

Mi madre me ha contado que mi abuela a veces se marchaba durante mucho tiempo. Pero no te voy a decir ni con quién ni a dónde... Dice mi madre que eso es un secreto.

Yo también quiero ir a Europa cuando sea mayor.

¿Tú también? Pues podríamos ir juntas.

Aunque nunca le dieron un premio después de que se muriese le pusieron su nombre a un asteroide y a un cráter de la Luna: el asteroide Henrietta y el cráter Henrietta. ¡Qué chulo!

No. No sé dónde están.

Tampoco sé por qué, si dicen que ahora todo ha cambiado, no la conoce la gente. La gente mayor seguro que sabe dónde está el cráter Henrietta.

¿Ya te tienes que ir?... Pues vaya, todavía tengo muchas cosas por contarte de mi abuela y de sus amigas del trabajo.

Sí, mañana te sigo contando.

¿Qué? ¿Que no te he dicho mi nombre? ¡Ay!, pues claro, yo me llamo Henrietta, como mi abuela... Y no es por casualidad. Por cierto, mi abuela se llamaba Henrietta Swan Leavitt.

¿Y tú cómo te llamas?

Me gusta ese nombre.

Lo peor de todo es que mi abuela nunca tuvo hijas o hijos y por eso yo nunca nací. Dice mi madre que cuando mi cuarta abuela nació las mujeres solo podían tener familia o trabajo... y ella trabajó. Es una lástima que no pudiese tener las dos cosas... me hubiese gustado mucho ser astrónoma, como ella.

Mañana nos vemos otra vez y te cuento más cosas. Prometido.

-Un recuerdo a todas las mujeres que, queriéndolo o sin querer, con decisión o sin saber, han ayudado al progreso de la humanidad... Y especialmente a aquellas que han hecho retroceder las fronteras de la ciencia.

También con la esperanza de que sirva de estímulo a todas aquellas mujeres que están llegando y que aún están por llegar; porque con su trabajo no solo harán retroceder las fronteras de la ciencia, las artes, la economía o la política; porque con su trabajo con más fuerza se difuminan, hasta que desaparezcan, frontera mucho más importantes.

-Participación en el XVI Premio Internacional de Relato Corto "Encarna León". No premiado, no finalista.

-CC BY-NC-ND

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Una vida en retazos

Colección de microrrelatos. Historias de una existencia, quizá, imaginada. Todo lo que aquí encontrarás es pura ficción, un sueño o una pesadilla... Como la vida misma, pero con derechos reservados.
 

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-Esta obra está sujeta a la licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 España de Creative Commons (CC BY-NC-ND).

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Colorado

Colorado, novela corta de Jordi González Boada

Esta novela corta iba a ser un capítulo de una novela que estoy escribiendo; pensé en hacer un capítulo con una trama tipo novela negra, el capítulo se empezó a alargar y decidí sacarlo fuera, como una historia independiente, y así poder ofrecerlo como muestra de mi trabajo.

Como la ambientación de la novela en la que se basa está en Marte, esta historia está ambientada en... Marte. Es una historia de ciencia ficción tirando a novela negra, con luchadores, apuestas y asesinatos... Bueno, y una chica (o dos) por medio.

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Esta obra está sujeta a la licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/ o envíe una carta a Creative Commons, 444 Castro Street, Suite 900, Mountain View, California, 94041, USA.
De manera simple y resumida la licencia Creative Commons tipo CC BY-NC-ND (Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada) quiere decir que: puedes distribuir este relato, sin modificarlo y citando quien es el autor, pero no puedes hacer negocio con el relato.

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Microrelatos

Electricidad

Se escuchaba una dulce voz tarareando una canción de cuna mientras las gotas que salían de un grifo golpeaban la superficie mojada que había bajo él.

Poco a poco otros sonidos se fueron mezclando con la voz, pero, finalmente, todos, incluso la voz, cesaron. Fue entonces cuando, tumbado en la cama de aquella habitación, la melancolía se apoderó de su pensamiento. Recuerdos que se sucedían unos a otros cruzaban su mente mientras sus ojos miraban el oscuro y sucio papel verde de las paredes.

Del piso de arriba comenzó a llegar el sonido de una vieja canción; de mucho antes de que él naciera. Al poco, unos pasos acompasados se empezaron a escuchar, formando círculos en el techo amarillento y en penumbras de aquella habitación. Se imaginó a una pareja abrazada bailando lentamente mientras giraban por la estancia y se susurraban al oído... Tal vez, incluso, un beso en el cuello, sin querer.

Pero todo aquello sólo le entretenía durante breves momentos. Después volvía a sus recuerdos.

Una noche lluviosa en una calle iluminada por las luces de los comercios de una gran ciudad; la gente, ajetreada y siempre con prisas, se cruzaba con él. Con sus paraguas abiertos y entrechocando, salpicando la cara con las frías gotas que habían conseguido llegar hasta el extremo de las varillas de metal. Fue, tras secarse los ojos con la manga, tras apartar el brazo, que la vio allí, con un impermeable de plástico transparente, corriendo para refugiarse de la lluvia.

Sólo por un instante la vio, pero aquella imagen había perdurado desde entonces en su mente. Y estaba seguro de que, sin saber por qué, perduraría por toda su existencia. Un instante como otro cualquiera, un instante pasado y mágico que se repetía en su cabeza como el respirar en su pecho. Entonces, una sensación de bienestar le acompañaba. Relajación... Y una triste nostalgia de algo que nunca llegó a ser... De lo que, quizá, podría haber sido.

La luz que había al otro lado de la ventana empezó a parpadear y a cambiar de colores, iluminando y dejando casi en total oscuridad la habitación; parpadeaba, y con cada parpadeo un nuevo color iluminaba el interior. Grandes sombras se alargaban tras los objetos, la luz se apagaba y al volver sus ojos encontraban la misma habitación y los mismos objetos, todo en el mismo sitio. Nada cambiaba, pero cada vez que la luz se perdía él esperaba que al reaparecer lo hiciese con algo nuevo, todo nuevo. Una habitación nueva, un lugar nuevo... Pero al volver todo era igual, todo en el mismo lugar.

Entonces se dio cuenta de que no hay nada que no vuelva a empezar, siempre, en un círculo sin fin, sin principio ni fin. ¿Quién podría recordar cuándo empezó a formar parte de él?

Corriendo, su mente siempre volvía al mismo lugar, a una noche de lluvia y a un impermeable transparente que se perdía entre los cristales de unos escaparates llenos de maniquís vestidos con otros impermeables transparentes. El círculo volvía a girar, recordándole tantos momentos vividos; momentos que llegarían a formar parte de aquella gran rueda, para, finalmente, desaparecer dentro de ella, como si nunca hubieran existido.

Pensaba y se preguntaba si realmente habrían existido. Tal vez sólo fueran parte de un sueño, un nuevo sueño; el sueño de esa noche. Tan sólo uno de ellos. Mañana habría más, mañana, tal vez, habría nuevas vidas ya vividas; nuevas vidas por vivir. Mañana, hoy, ayer. La rueda había vuelto a girar, allí, en aquella oscura habitación iluminada por una luz parpadeante de neón.

Todo aquello era una conversación de un interlocutor, él y su mente. Soñando y viviendo, viviendo y soñando. ¿Cuál podría ser la diferencia? Ninguna importancia tenía. Nada la tenía. O, tal vez, todo la tenía.

Volvió a apagarse la luz, volvió a encenderse la luz y todo había cambiado a su alrededor. Volvió a apagarse, y al volverse a encender todo, otra vez, volvía a ser igual. Todo estaba en el mismo sitio. Con distinto color, todo en el mismo lugar.

Los papeles de las paredes, verdes, rojos, azules, ennegrecidos por el paso del tiempo, empezaban a despegarse: junto al techo, en los rincones, bajo la sombra alargada que creaba la bombilla fundida que colgaba del techo cada vez que la luz que había tras la ventana se dejaba ver.

Otra vez la misma voz tarareaba al otro lado de la pared en la que ahora tenía apoyada su cabeza. Tras él. Otra vez oía el agua goteando, cayendo.

-Participación en el Premio Internacional de Cuento "Las Dalias" 2016. No premiado, no finalista.
-CC BY-NC-ND

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Recuerdos

Se despierta sentado en el porche de su casa, empieza el verano y ya hace calor. Esperará a que sus amigos acaben de comer, en cuanto los vea en la calle saldrá corriendo detrás de ellos. Sí, es divertido correr, investigar por el bosque, subirse a los árboles y esconderse, tirar piedras al estanque,... Pero... ¿Y el instituto?

Ahora lo recuerda, ¡qué absurdo! El calor del verano. Ya está en el instituto... Sí, con el tonto profesor de Filosofía y la delgada profesora de Matemáticas. Claro en el instituto.

Lo que ahora le gusta es salir con sus amigos y hablar con las chicas, aunque en este momento siente algo de añoranza de sus correrías de hace unos años.

«Este fin de semana», se dice con convencimiento. Y si al fin se decide, ese fin de semana le pedirá salir a la chica de la calle de atrás. Nunca ha hablado con ella, aunque seguro que es simpática.

Pero, fueron a Italia de viaje de fin de curso, ¡menuda ciudad Roma!... ¡Menudo país Italia! Allí conoció a la que sería su mujer; no era italiana, también estaba de viaje de fin de curso.

«¡Qué curioso! —piensa—, tener que ir a Italia para conocer a una chica que no vive ni a veinte kilómetros de casa. María, mi amor.»

Recuerda que solo a ella le ha dicho «Te quiero»; recuerda que solo con ella sería capaz de pasar la vida entera; que con ella todo se hace llevadero y que, con ella, todo lo tiene.

Y ahora también lo recuerda, está casado. «Pues claro que sí —se dice a sí mismo—, con María. Desde hace más de cincuenta años. Qué despertar más tonto.»

Piensa en entrar dentro de casa a hurtadillas y abrazarla a traición, por la espalda, y darle un gran beso, y otro. «La quiero tanto...», se dice mientras sonríe y piensa en lo que va a hacer. Intenta levantarse... Pero, cómo le cuesta.

—Señor González, no se levante —Escucha con un sonoro eco.

Al poco aparece una muchacha que se inclina sobre él y continúa hablándole casi al oído, en voz baja.

—Señor González, usted sólo tiene que decirme lo que quiere. Para eso estoy aquí.

—Sí claro, eso iba a hacer —responde sin saber muy bien que pasa, sin saber quién le habla.

—¿Qué desea?

—Nada, ¿qué hora es?

—Aún no es hora de comer. No se preocupe.

La muchacha le pasa la mano dos o tres veces por el brazo y se marcha.

Se gira para ver adónde va ella. Están en una gran sala, no es el porche de la casa de sus padres, no es el porche de su casa. Está sentado frente al ventanal de la residencia, como todos los días desde que se fue María.

Fuera el mundo gira y la gente corre, todo sigue en movimiento, pero su vida parece que se paró hace un tiempo... Desde que supo que jamás la volvería a ver.

-Regalo del día del libro 2017. Presentado inicialmente al VI concurso de relatos cortos "Río Órbigo".
-CC BY-NC-ND

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Tú ya nunca más

Con un suave aguijón entre flores escondido las calles recorres. Con un ramo en la mano te acercas a tu víctima, sin pensarlo, sin quererlo, pero deseándolo; siempre deseándolo. La miras y ella te sonríe, tú sonríes también; así eres, educación y buenas maneras. ¿Por qué ibas a hacer de esto algo sórdido?

¿Acaso la muerte no es lo más normal del mundo?, ¿acaso no dijo el poeta que para morir hemos nacido?... Pues tú a matar has venido.

Tras tu sincera sonrisa te acercas aún más. Tu aguijón se clava en su pecho, las rosas van cayendo al suelo y, mientras, sientes esa cálida sensación húmeda recorriendo tu mano. ¡Deliciosa sensación!

Desea saber, se agarra mientras te mira con ojos inquisitivos, quiere preguntar por qué, pero de su boca ya no saldrán más sonidos: estás de suerte, te gusta la muerte... con tranquilidad y sin dramatismos; como tiene que ser.

Mirando tu sonrisa se agotan sus últimas fuerzas, su cuerpo tiembla. La ayudas a mantenerse en pie, sin dejar de mirarla y sin dejar de sonreír, hasta que, finalmente, así muere. Su cuerpo se derrumba y tú lo dejas resbalar entre tus brazos, ya no tiene interés.

Tras nublarse su vista y cerrarse sus ojos una pregunta sin respuesta queda. ¡Qué más da la eternidad solemne o desaparecer para siempre!

Tan sólo unos instantes para que jamás despierte, para que pensamientos, recuerdos y preguntas nunca dichas se conviertan en un trozo de materia inerte. Se acabó la magia, se acabó el dolor,... se acabó el placer.


Flores, exquisitas flores. Rosas rojas, casi negras, como la sangre que tu cuerpo rodea. Aferrándose a un pensamiento lucha tu mente, mas es llegado el momento. Como todo mortal soñaste con la eternidad sin ser capaz de entender que algún día habría de llegar el final, así fuiste tú.

¿Qué importa ya qué hiciste o quién fuiste? Ahora estas sola, en ninguna parte, fría. Tus pensamientos desaparecen con tu existencia, tus recuerdos se desvanecen con tu último soplo de vida, con la última gota de sangre que vierte tu cuerpo. Y mientras, en el cielo, nubes blancas van pasando lentamente.


¡Qué te importan los demás! ¿Alguna vez alguien tuvo compasión de ti? ¿Quién piensa en los demás? Tú ya nunca más.

-Regalo del día del libro 2016: muchas rosas y una espina.
-CC BY-NC-ND

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El mar

La casa se encontraba a medio camino de ninguna parte, en una gran llanura de tierra rojiza y seca en la que no crecía nada salvo vientos que venían de ningún sitio e iban a ninguna parte, y mientras eso hacían, batían la tierra y movían el polvo que en ella había. Al norte, lejos, un velo gris dejaba ver las crestas de una cordillera azulada y difusa; tras ella, le habían dicho, estaba el mar. No le interesaba ni le preocupaba, seguramente todo el agua que hubieran visto todas las personas que han existido no fuese tanta como la que decían que se podía ver allí. No existía tanta agua, simplemente no existía tanta agua.

A la gente le gusta exagerar y mentir, pensaba; hablan de mares, ciudades o planetas, de miles de gentes viviendo en un mismo lugar, de gente viviendo en otros lugares, allá, entre las estrellas, de cantidades de agua inimaginables, agua que no se puede beber. Él no les creía pero le gustaba pensar en esas cosas y en cómo sería un mundo con tanta gente y tanta agua; en cómo serían miles de mundos como aquel que imaginaba. Sabía que sólo podría verlo en su mente y así lo hacía a veces, sólo a veces.

Siempre había vivido allí. No recordaba desde cuándo, pero sí recordaba cuánta gente había pasado en ese tiempo: once personas, incluyendo la que estaba a punto de hacerlo. Era un pequeño punto que con el pasar del tiempo se fue haciendo más grande, poco a poco, hasta llegar a verse más alto que aquellas lejanas montañas que quedaban tras él. Pasó sin siquiera detenerse, igual que los demás.

Como siempre que había visto a alguien pasar por allí, le preguntó de donde venía. "De más allá de las montañas" respondió el viajero. "Y qué hay allí", preguntó interesado, pues era la primera persona que llegaba de aquella dirección; los demás se dirigían hacia allá, él podría decirle lo que realmente había. "Nada", fue la respuesta.

Eso había pensado siempre; el mar, eso que un día alguien le dijo lo que era y dónde se encontraba no existía, como siempre había pensado, como siempre había sabido. Desde aquel día ya nunca más volvió a acordarse de aquella invención, el mar.

El extraño continuó su camino pensando en la pregunta. "Nada... agua y nada más", pensó mientras se alejaba.

-CC BY-NC-ND

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Experimento

Hoy es el décimo día. Aquí han transcurrido diez días desde que se inició el experimento, fuera ya han pasado mil años; con cada día y cada noche se fueron cien años y yo, aquí dentro, conozco todo lo que ha sucedido en ese tiempo.

Las épocas pasan y los hechos se suceden sin parar: hay nuevos avances y nuevas guerras… Como desde el principio de los tiempos la gente vive y muere, la gente se enamora y se odia.

Los días transcurren lentamente aquí, y conforme se suceden me alejo más del exterior. Fuera sólo hay un mundo que nunca viví; pero, aún así, fuera hay sentimientos que en un tiempo formaron parte de mí. Cada día los recuerdo mil millones de veces.

Los días pasan, los siglos se arremolinan en mi cerebro para ser pronto engullidos y olvidados en los rincones más perdidos de mi mente. Ya no presto atención a lo que sucede fuera.

Sin saberlo espero, sin saber qué debo esperar.

Un día sucede, en mi subconsciente una noticia esperaba a ser anunciada: hoy nadie se ha enamorado, finalmente ha sucedido, la civilización ha terminado.

Los días pasan y mi mente descansa. Pero mi alma quiere sentir lo que hace tiempo que dejó de existir. Tan sólo recuerdos quedan dentro de ella; no sé si alguno, alguna vez, pudo ser mío. Sólo recuerdos que vienen y van, recuerdos que con el pasar de los días se hacen borrosos.

Sé que un día hubo algo ahí fuera, pero no consigo recordar qué es lo que fue.

-CC BY-NC-ND

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Nace 1887

Se escucha el repiquetear de Santa Ana. Una suave ensoñación acude a su mente, olor a naranjas, tierra blanca naciente. El año se acaba con la última campana y una visión caoba de vid jerezana. Sueño de brandy, hambre y deseo de Jerez, quiere materializarse con avidez, escapar de la cabeza del bodeguero para poder manifestarse al mundo entero. Paladear sabores de la exquisitez.

-Participación en el IV certamen de microrrelatos "Cardenal Mendoza" de bodegas Sánchez Romate. No premiado.
-CC BY-NC-ND

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Cuarenta años

Cuarenta años han pasado desde tu primer concierto, hoy es el aniversario... ¡Cuarenta años!, pero solo tú lo recuerdas; eres el único que queda de los que subieron ese día a aquel pequeño escenario. Vivir deprisa era la única forma que conocíais, así vivisteis y las drogas pasaron factura, ahora solo quedas tú.

Recuerdos de cuando queríais que el mundo fuese vuestro. Recuerdos de ensayos en un viejo local, sueños, amores, besos, conciertos,... de primeras giras.

Con los años se acabaron las noches sin fin tras los conciertos, el cuerpo ya no aguanta; se acabaron los lunes de marcha, y los martes, y... Se acabaron las chicas pidiéndote que las invites en los bares, también sus miradas, sus escotes y sus mentiras. Todo ha cambiado.

—Cinco minutos —te dice el nuevo asomando la cabeza por la puerta.

Te miras al espejo. Siempre, desde aquel primer día, te haces la misma pregunta cinco minutos antes, «¿Puedo hacerlo?». Y desde entonces te respondes lo mismo, «Yo soy el que esta noche les sacará de la rutina, seré un buen recuerdo en su vida». Dos números te recuerdan que eso es así, veinte mil personas frente al escenario y cuarenta años.

-Participación en el III certamen de microrrelatos 'MicroRock' de la Asociación Cultural San Rock-e. No premiado, no finalista, no seleccionado.
-CC BY-NC-ND

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Hola me llamo Manuel

«Hola a todos… Bueno, mejor me presento, hola me llamo Manuel…

»Gracias por vuestro recibimiento. Es la primera vez que vengo. Llevo siete meses y veintitrés días limpiándome… Y espero que con vuestra ayuda pueda conseguirlo.

»Cada vez que pienso en las cosas que hice y lo que tuve que pasar me entra un desasosiego y una angustia que me impiden ser quien quiero ser, no puedo actuar con normalidad… Sé que en cualquier momento puedo acordarme de todos aquellos años y eso me condiciona a mí y condiciona mi trato con los demás. He empezado a esquivar las miradas de los demás.

»Mi madre siempre me decía que era un pusilánime, pero yo nunca le hice caso… ¿Y por qué se lo iba a hacer? En aquellos tiempos las cosas parecían irme muy bien: tenía un buen curro, ganaba pasta gansa, incluso pensaba que sabía divertirme… Imagina lo que quieras y seguro que lo he hecho. Era lo que se dice un triunfador… Pero ahí está el engaño. Ahora veo que ella tenía razón.

»Yo pensaba que para superar esto bastaba con dejar pasar el tiempo, pero me he dado cuenta de que, a diferencia de otros muchos, yo no soy tan fuerte… En este lugar no me da vergüenza reconocerlo, cada uno de vosotros aparecéis por aquí por el mismo motivo.

»Cada noche me voy a la cama con una angustia atroz en mi cuerpo… Sé que voy a dormir y sé que entonces lo voy a volver a recordar todo… ¡Todo! Sé que me levantaré empapado en sudor, confuso y atemorizado, creyendo estar todavía allí. Reviviendo hasta el último recuerdo.

»Siempre que desentierro los años anteriores a mi muerte siento un miedo terrible. Afortunadamente con vuestro apoyo podré superarlo y conseguiré ser un muerto normal y corriente. Un muerto de provecho.

-Participación en #historiasdemiedo de @zendalibros e @iberdrola. No premiado, no finalista.
-CC BY-NC-ND

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Amanecer

El hombre de los mil caracteres, así todos le llamaban… Y aunque pensasen que el apodo era algo exagerado, a lo largo del día pasaba por los mil caracteres que le atribuían. Pero no por cualesquiera mil caracteres, por sus mil caracteres lo hacía.

Por las mañanas saludaba alegre y risueño, sin importar si eran conocidos o extraños; en el trabajo era serio y formal, un hombre cabal; durante la comida, gracioso, dicharachero y siempre muy chistoso. Era atento, afable y amable, en todo tiempo educado y modesto, pero nunca servil y siempre con temperamento, genio y personalidad… La persona que a todos gusta tener a su lado.

Sin embargo al volver a casa, cuando con sus sentimientos a solas se quedaba, su mente se rendía, se apoderaba de él la melancolía, la nostalgia y una tristeza que del alma le salía; esa tristeza que solo un amor, un amor sin remedio perdido, produce. Más al final de la noche, de nuevo, sonreía, porque con el amanecer de un nuevo día en su mente ella otra vez viviría.

-Participación en #amanecer de @zendalibros e @iberdrola. No premiado, no finalista.
-CC BY-NC-ND

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La votación

Otro día más te levantas con ese insistente dolor de cabeza. Cuanto más cerca está el día más intensa se vuelve esa molesta sensación.

Siempre, desde que recuerdas, has tenido que soportar esos dolores. A veces, como hoy, te lo encuentras al despertar; otras veces surge de repente, como la punzada de un clavo, para quedarse el resto del día... Pero por fin tus masters en biología molecular y en psicología canina te van a servir para algo, se acerca el momento y una migraña no te va a parar.

Siete días faltan para el día crucial, cuatro para poner en marcha tu plan.

Tras desayunar mientras repasas todo el proyecto te diriges hacia la sede del partido. Parece un día cualquiera de mediados de diciembre, un cielo gris como panza de burra y atascos en el paseo del Prado. Hoy han de ser las pruebas, hoy se verá hasta dónde llegarás. Lejos, lo sabes.

Media hora más tarde de lo previsto llegas al garaje de la sede del partido. No importa, hoy es un día especial.

—Buenos días, señor presidente —te dice musicalmente el pelota de Aurelio al abrirte la puerta.

Lo miras y te preguntas «¿cómo no se ha dado cuenta de que tras veinte años abriendo puertas en el garaje no va a conseguir ascender en el partido?».

—Mi querido Aurelio... —respondes con una gran y fugaz sonrisa.

El ascensor hoy no hará un gran recorrido, te quedas en la planta -0.5. Te diriges como un ganador hacia el Laboratorio del votante mientras todos te sonríen y saludan al pasar.

—Hemos finalizado la fase de estudio en animales —te dice uno de tus ayudantes nada más entrar en el laboratorio.

—¿Se mueve todo dentro de los parámetros establecidos, Mariano? —Esto es demasiado importante para perder el tiempo en absurdas salutaciones.

—Por supuesto —responde Pedro a tu espalda—. Dentro de diecisiete minutos se inicia la prueba en humanos.

—Tiempo justo pero suficiente —¿lo has dicho, lo has pensado? ¡Qué más da!

Frente a ti están el antiguo presidente y el ex secretario de dos de los partidos rivales. Nadie es capaz de explicarse como se unieron a ti y a tu partido: el Partido Anti Migraña.

«¡PAM!, directo a la cabeza», esta vez tu eslogan será el ganador. El partido ha vivido treinta años de más pena que gloria y ya nadie pensaba en ti. Tus nuevos fichajes te han puesto en el candelero, y pronto todos sabrán lo que es una verdadera migraña.

Has tardado muchos años pero al fin descubriste el secreto para triunfar. No basta con estar sobradamente preparado, hay que ser proactivo e imaginativo: un curso por correspondencia de hipnosis abre puertas que ya quisieran dos masters y tres licenciaturas.

Mientras vas pensando en tus fichajes, en tus licenciaturas y en todo lo que harás dentro de siete días te acercas a la jaula de los ratones; uno mira la pantalla, la enciendes y el animal guiña insistentemente un ojo... Hoy preferirá la descarga eléctrica al queso. Te ries como una hiena, tus víctimas están desamparadas. Esto,... tus votantes están preparados.

—Señor... —Es Rosa, tu asistente personal, que te señala las cabinas de prueba—. Los sujetos de la prueba ya han llegado, esperan ordenadamente en el exterior de la sala.

En la puerta se encuentra Cayo; le indicas con un ademán de mano que haga pasar a la primera pareja.

Se va a iniciar la prueba definitiva, la sien te palpita más intensamente; hoy es un día especial y no tendrás un dolor de cabeza común, el sabe seguir tu ritmo.

—Pablo, entra en la de la derecha.

—Prefiero la izquierda —responde algo molesto.

—Pablo —le replica Albert—, si siempre giras a la izquierda acabarás en el mismo sitio.

—Bueno, no discutamos. Albert, para ti la derecha. —Albert, resignado, se encoge de hombros, entra y se sienta.

Se abre el techo de las cabinas y un móvil desciende hasta situarse frente a los ojos de los sujetos.

—Tan sólo tenéis que ver un vídeo —les informas conectando los altavoces de las cabinas—. Después tendréis que decidir si lo queréis reenviar o borrar. ¡Simple!

Tu sonrisa te delata, es pura satisfacción lo que brilla en tus ojos... incluso antes de saber el resultado... Pero es que no tienes dudas.

El chiste del pato aparece en la pantalla de los móviles:

—Papá, papá. ¿Por que te llaman el pato?

—Cua, cua, cualquiera sabe.

Un tic asoma en los sujetos, un ojo les empieza a temblar; su primera migraña aparece y sin ninguna posibilidad de decisión reenvían el chiste.

—El lado que te duele predecirá tu voto. ¡Qué hallazgo tan notable! ¡Qué pasmo y qué alboroto! —les dices a través de los cristales, aun sabiendo que no te podrán escuchar; o por eso—. Nunca dejaré de sorprenderme de mi mismo... ¡Soy un genio!

Dentro de cuatro días el chiste estará en todas las redes sociales, en todas las Apps de mensajería, y al séptimo día será tu partido el más votado. Serás presidente.

«¡Millones de votos, este serán el mayor robo del siglo!... Pero nadie lo sabrá. Lástima». Lo repites varias veces, las palabras resuenan en la cabeza y sientes algo de pena. «¿Cómo no lo van a saber?», sigues pensando en que tu gran jugada nunca se sabrá. Y de repente surge una idea: «en mis memorias lo contaré todo»; después la idea se va matizando entre aguijonazos, «... pero eso no será hasta después de ser presidente de la Tierra y de vengarme de todos aquellos que cuando tenía migrañas me dijeron «menudo cuento tienes», ¡qué pena tener que esperar tanto!».

Y si alguien no lo dijo, por si lo pensó... ¡Todos con migrañas!

-Participación en el Concurso Relato Breve GECSEN 2015 del Grupo de Estudio de Cefaleas de la Sociedad Española de Neurología . No premiado.
-CC BY-NC-ND

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Otras cosas

Una vida maravillosa

Un día volverás la vista atrás y te atrapará tu pasado, recordando antiguos amigos casi olvidados y desconocidos que nunca llegaron a serlo, recordando instantes que llegarás a dudar si existieron o si fueron por tu mente imaginados.

Recuerdos y nostalgia. Imágenes de momentos que quizá nunca existieron. Un sonido, un olor viene a tu mente y te transporta a un lugar, a un instante tiempo atrás olvidado.

Tal vez no fuesen los días más felices de tu vida pero sí los que más añoras ahora. Soñando con ellos, tratando de hacer vivo lo que ya tan solo son recuerdos.

Así pasas los momentos vacíos de hoy: ¿fabricando viejos recuerdos, soñando momentos, atesorando mentiras?

Quién sabe si no todo fueron sueños, quién sabe si de nuevo se harán realidad... De esta manera transcurren tus momentos de soledad, así.

Sueñas y vives... y mientras sueñas mueres. Mueres lentamente viviendo lo que ya no existe, con gente que quizá haya muerto, con gente que seguro que te olvidó hace tiempo.

Entonces entenderás que lo único que ocupa tu mente son amigos, los recuerdos que con ellos creaste, y desconocidos, como extras de una vida pasada maravillosa.

¿Qué más necesitas a parte de un amigo con quien hablar, alguien que te escuche, alguien a quien escuchar? ¿Qué más necesitas para que tu vida sea maravillosa?

-CC BY-NC-ND

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Poemas

La mayoría de ellos los tengo guardados, soy un chico tímido; mas, ya que he agregado este epígrafe, algo habrá que poner (pero sólo porque el epígrafe obliga, que conste).

5 Haikus

Es Año Nuevo,
habrá de ser inicio
de otra jornada.

Cerezo en flor
que la belleza ensalzas:
nada es eterno.

Como trueno es,
efímero señor
de sus dominios.

Hojas cayendo,
presagio venidero
de nuestro fin.

Hojas caídas
se mezclan en el suelo.
¿Quién las distingue?

-CC BY-NC-ND
-Participación en el VIII Concurso Internacional de Haiku "Facultad de Derecho de Albacete". No premiado, no finalista.

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Ella

Érase una mujer a yerros
protesicodentales pegada;
érase una mujer que de su
dentadura siempre se quejaba;
érase una mujer por ello
permanentemente cabreada.
Érase una mujer, en fin,
a la que yo, con pasión, amaba.

-CC BY-NC-ND

^o^

Hamlet

Hamlet, príncipe de Dinamarca,
acompañado va por la parca,
que su alma del más rojo odio alfombra,
tras verse con la clamante sombra
del que antaño fuera su monarca.

-CC BY-NC-ND

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Macbeth o Macbéz

Si tan sólo una vez
hubieses sospechado
del trágico Macbéz,
habrías acertado...

-CC BY-NC-ND

^o^

Ave agorera

De este paraje ya nadie regresa,
este lugar a todo el mundo espera.
Aquí donde cualquier bullicio cesa
dormita sin prisa una ave agorera.

Nunca la verás buscar una presa
pues tan sólo aguarda a su compañera
que un día habrá de traer la promesa
de la funesta noche que os espera.

Su canto es lo último que se escucha,
su compañera entonces os enfrenta
y del hombre al fin acaba la lucha.

No sabrás que oculta su vestimenta,
sólo ella ha de ver bajo su capucha
quién hasta aquí trajo vuestra osamenta.

-CC BY-NC-ND

^o^

Verano

Verano.
Retorno
bochorno.
Secano
temprano.
Respiro,
transpiro.
Hartura
augura.
¡Suspiro!

-CC BY-NC-ND

^o^

Lo humano y lo divino de un veinte de mayo

Hoy podría ser un día cualquiera,
pero un hombre afligido se conmueve
al percatarse de que fuera llueve
y pensar que la vida es pasajera.

Hacia la ventana débil se mueve
arrastrando lentamente los pies,
mientras, viendo lo que fue y lo que es,
cree que la existencia es harto breve.

Se sienta y observa con interés.
Agua y viento en su cara golpeando,
una manta su espalda resguardando.
Ensimismado piensa en los porqués
y en qué sentido tiene este revés,
en si es la última vez que ve llover.
¿Mas, quién habrá que lo pueda saber?
Nadie ha tenido nunca esa certeza,
pero él siente con inmensa tristeza
que es la última vez que la habrá de ver.

-Para un amigo que pasa un mal momento (pasaba, al poco tiempo se fue).
-CC BY-NC-ND

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Y más cosillas

Una vida en retazos

Historias de un personaje incierto y algo turbio. Todo lo que encontrarás es pura ficción, como la vida misma.

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